En un tramo de la carretera a Nuevo Laredo, probablemente a esta hora, 3 y media de la mañana, un chavo, de no mas de 18 años esta siendo asesinado, probablemente con violencia y tortura, porque habló demás o porque no habló. Como pasó con el Kombo, con tantos que han perdido la luz y nosotros aquí riéndonos de los memes de Peña Nieto.
Yo no soy un político, mi deber y mi profesión es la comunicación, pero qué pasa en un país donde nadie sabe que demonios esta pasando.
Monterrey y México en general se han convertido para mi en una burbuja flotando en un gran incendio, un incendio del cual sentimos el calor a diario, pero que al no quemarnos totalmente, pasamos de largo y preferimos preocuparnos por la selección mexicana o las telenovelas, es ahí donde entramos todos los culpables.
México es una gran tragedia y su gobierno y a veces su manera de vivir un crimen gigantesco.
Con mis propios ojos vi el fraude del 2012, asaltos armados de urnas, quema de boletas, etc. Vi como en aquél lugar cerca del Tec de Monterrey un mercadólogo que había mandado a una señora a una encuesta se reía a carcajadas al ver a la mujer llorando contándole su experiencia al estar cerca de las urnas. La habían subido a una camioneta con hombres empistolados, fue interrogada y echada a la calle.
En el recibidor varios de los demás que laboramos ese día habían escapado de dos tiroteos cerca de la Colonia Independencia y otro más en San Bernabé de los cuales pude constar en el noticiero de la noche, después de ese día, nadie supo absolutamente nada.
El miedo en el recibidor era como niebla espesa y casi espumosa, todos queríamos salir corriendo, abrazar a nuestras familias y quedarnos observando con las ventanas abajo.
La marcha por la paz con Justicia y Dignidad del 2010 fue otro triste pasaje.
Ver a cada una de las madres desconsoladas ante la multitud, en cada señora veía a mi madre, en cada mujer a mis hermanas, en cada hombre a mi padre, a mi hermano. Ver sus lágrimas correr y resbalarse por su cara hacía el suelo y tan solo sentir el eco de sus palabras y sus emociones tras el lente de mi pequeña cámara. Yo en aquél entonces creía que podría hacer un material bastante decente con los conocimientos que tenía, nada me tenía preparado para ver aquella desgracia tan grande que era la realidad de una guerra silenciosa. Una noche en una carretera rumbo a China, Nuevo León, una señora escuchó por última vez a su hijo por la bocina del teléfono, "Los soldados nos agarraron ma', no se qué nos van a hacer, nos dicen que somos de los malos, ya vienen a sacarnos de la camioneta mamá, te quiero mucho ma...." Fueron las últimas palabras que aquella señora escuchó de sus hijos, eran un par de hermanos que venían de los Estados Unidos para ver a su madre y esos no eran soldados.
Cada señora con un "¿Lo han visto?" en la boca, y un "ayúdenme" en el corazón.
Ese mismo día yo mismo salí de mi casa poco después de un tiroteo que se dio cerca del barrio de Santa Cecilia donde yo solía vivir, esa noche me cambió el panorama totalmente, era otra realidad donde yo vivía. Había bajado al incendio.
El Fregadero surgió de una idea de unión, unión para mis compañeros de la cerrera que nos faltaba en gran medida.
Después de muchas juntas y brainstorming surgió el concepto que daría principio a cómo se irían dando las cosas dentro de la universidad, afectando ya después de años a decenas de personas. El Fregadero fue para mi un símbolo de libertinaje cínico, un espacio donde pudiera decir lo que quisiera desde la máscara de la comedia, pero sin darme cuenta, estaba desviando la atención con la ironía hacia los lados menos importantes, El Fregadero es una gran trampa de contradicciones.
Decidir volver a El Fregadero fue necesario, tanto para mi salud mental y mis fugas creativas, como para la renovación de ideas, llegar a mas gente empezando desde cero y desarrollarme mejor como conductor, la práctica hace al maestro.
El Fregadero fue producto de la combustión de mi cerebro con el incendio que me había topado.
Y mi partida del país, que será pronta, es la segunda parte del efecto de esa, ahora, lejana causa.
Mi nombre es Juan Escorbuto, hasta otra.
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